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El quehacer artístico de Oswaldo Vigas es un diálogo entre la expresión espiritual y la indagación de soluciones formales que le permitieron crear imágenes con valores trascendentales. La versatilidad y las facultades cambiantes de su obra, lo colocan como figura medular en el desarrollo artístico de su natal Venezuela y de toda Latinoamérica. De manera gradual se fue consolidando como un artista con una visualidad y lenguaje propios, los cuales se nutrieron de referencias estéticas extraídas de sus experiencias en Europa, pero también de referentes simbólicos y formales provenientes de una cultura visual americana.

A través de una figuración en constante cambio, Vigas da forma a imágenes que fluctúan entre lo real y lo imaginario, mediante un metalenguaje pictórico que devuelve forma y cercanía a los viejos mitos y tradiciones escondidas; un espacio donde se manifiestan las inquietudes metafísicas que ahondan en el aspecto mágico, fantástico de su universo personal, y que dan voz al lirismo poético que permea en cada una de sus obras.

Parada, 1977

Parada, 1977

Para la década de 1970, Oswaldo Vigas continúa su búsqueda personal de lenguajes visuales y referentes conceptuales, que lo llevarían a dar una nueva identidad plástica a su obra a través de un tratamiento formal más depurado de líneas, colores y formas, diferenciándose del carácter gestual de su obra anterior. En una dinámica de proximidad y distanciamiento con lo figurativo, en combinación con elementos que cobraron relevancia en su experiencia artística hasta ese momento -como lo fueron el expresionismo o la abstracción geométrica- Vigas creó imágenes que se desplazaron entre lo real y lo imaginario, las cuales trascendieron los límites de lo formal.

Surge en el artista un interés por explorar los principios trascendentales de cosmogonías antiguas, las idiosincrasias y símbolos de las civilizaciones prehispánicas, en un retorno a las fuentes primarias de conocimiento y a un acervo de imágenes primigenias. Crea una pintura de subjetividad americanista que incide sobre todo en el aspecto mágico y fantástico de su universo personal, dando soporte al lirismo poético que anima y se transporta a su obra posterior. 

Oswaldo Vigas en su taller Caracas, Venezuela, ca 1970. 

Oswaldo Vigas en su taller Caracas, Venezuela, ca 1970. 

Las zonas más místicas y brumosas del pensamiento mágico del territorio meridional de América, se hacen manifiestas en el imaginario visual de Oswaldo Vigas; como cita el crítico francés Gastón Diehl sobre la búsqueda expresiva en la obra de este periodo: “Un sentimiento casi cósmico que no se refiere a la materia ni a la naturaleza en sí, sino que las transmuta en un orden espiritual”.

Su producción artística durante los setentas se imbuye en un imaginario colectivo inspirado en viejos mitos latinoamericanos que portan consigo la esencia de lo mágico y lo fantástico, que permanecen como resistencia a la racionalidad absoluta en la psique del hombre de todos los tiempos.

“(...) Nuestro continente está poblado de señales y advertencias oscuras. Signos telúricos, magia o exorcismos son componentes hondos de nuestra condición. Al mismo tiempo que nos revelan, estos símbolos nos sitúan y comprometen dentro de un mundo de efervescencia inquietante. Pocos pintores sudamericanos se han acercado a descifrar este submundo. La intención de mi pintura es llegar hasta ellos, interpretarlos, traducirlos en nuevas advertencias”. 

- OSWALDO VIGAS, 1967 - 

Concitadoras, 1972
Óleo sobre tela
180 x 150 cm
70 13/15 x 59 1/18 in

 

RECORD EXPOSITIVO

Concitadoras, 1972
Óleo sobre tela
180 x 150 cm
70 13/15 x 59 1/18 in

 

RECORD EXPOSITIVO

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Sin Título, 1977
Óleo sobre cartón fijado sobre contrachapado
100 x 70.50 cm
39 10/27 x 27 31/41 in

 

RECORD EXPOSITIVO

Sin Título, 1977
Óleo sobre cartón fijado sobre contrachapado
100 x 70.50 cm
39 10/27 x 27 31/41 in

 

RECORD EXPOSITIVO

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Parada, 1977
Óleo sobre tela
180 x 136 cm
70 13/15 x 53 19/35 in

Parada, 1977
Óleo sobre tela
180 x 136 cm
70 13/15 x 53 19/35 in

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Concitadoras, 1972
Óleo sobre tela
180 x 150 cm
70 13/15 x 59 1/18 in

 

RECORD EXPOSITIVO

Concitadoras, 1972
Óleo sobre tela
180 x 150 cm
70 13/15 x 59 1/18 in

 

RECORD EXPOSITIVO

Sin Título, 1977
Óleo sobre cartón fijado sobre contrachapado
100 x 70.50 cm
39 10/27 x 27 31/41 in

 

RECORD EXPOSITIVO

Sin Título, 1977
Óleo sobre cartón fijado sobre contrachapado
100 x 70.50 cm
39 10/27 x 27 31/41 in

 

RECORD EXPOSITIVO

Parada, 1977
Óleo sobre tela
180 x 136 cm
70 13/15 x 53 19/35 in

Parada, 1977
Óleo sobre tela
180 x 136 cm
70 13/15 x 53 19/35 in

Malabaristas, 1995

Malabaristas, 1995

En los años 90’s podemos observar un cambio en la mirada de Vigas. De la representación de arquetipos metafísicos, su producción artística se vierte posteriormente a la representación de una iconografía que alude a lo cotidiano. Malabaristas, Diablesco, Caballeresca II y Juglares de mi pueblo III son algunos ejemplos de estos nuevos personajes que se apropian de los lienzos del artista para presentar obras que reflejan un conocimiento de la cotidianidad y sensibilidad humana, donde el espectador puede identificarse a partir de su experiencia. El uso predominante de una gama de colores reducida, la simplificación de su repertorio formal y la irrupción del contorno nos recuerdan a petroglifos precolombinos en los que se dibujan fábulas e historias que nutren nuestro presente. 

Por la soltura de los trazos de esta década y la intangibilidad representativa de los personajes creados, se asocia formalmente al Art Brut de Jean Dubuffet, arte que contrasta con la mirada casi antropológica e imaginativa de Vigas. Podemos observar en estas obras un programa latinoamericanista en pleno desarrollo, que se forma a partir de la tensión entre las diferentes realidades esenciales que constituyen la identidad americana y su expresión individual. Resulta paradójico que el decidido acercamiento a la figuración se dé a partir de un viaje interior, en el que las imágenes brotan de la conciencia imaginativa del artista, en donde la voluntad expresiva de Vigas hace manifiesta una mirada más sensitiva y trascendente de la ritualidad y cotidianidad simbólica de nuestro continente.

Sayoneras II, 1992

Óleo sobre tela

168h x 250w cm

66 18/127h x 98 54/127w in

 

RECORD EXPOSITIVO

Sayoneras II, 1992

Óleo sobre tela

168h x 250w cm

66 18/127h x 98 54/127w in

 

RECORD EXPOSITIVO

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Malabaristas, 1995

Óleo sobre tela

230 x 200 cm

90 70/127 x 78 94/127 in

 

RECORD EXPOSITIVO

Malabaristas, 1995

Óleo sobre tela

230 x 200 cm

90 70/127 x 78 94/127 in

 

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Caballeresca II, 1995

Óleo sobre tela

204 x 123 cm

80 40/127 x 48 54/127 in

 

 

RECORD EXPOSITIVO

Caballeresca II, 1995

Óleo sobre tela

204 x 123 cm

80 40/127 x 48 54/127 in

 

 

RECORD EXPOSITIVO

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Juglares de mi pueblo III, 1999

Óleo sobre tela

160 x 80 cm

62 126/127 x 31 63/127 in

 

Juglares de mi pueblo III, 1999

Óleo sobre tela

160 x 80 cm

62 126/127 x 31 63/127 in

 

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Diablesco,1999

Óleo sobre tela
190 x 105 cm
74 49/61 x 41 21/62 in

 

 

RECORD EXPOSITIVO

Diablesco,1999

Óleo sobre tela
190 x 105 cm
74 49/61 x 41 21/62 in

 

 

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Sayoneras II, 1992

Óleo sobre tela

168h x 250w cm

66 18/127h x 98 54/127w in

 

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Sayoneras II, 1992

Óleo sobre tela

168h x 250w cm

66 18/127h x 98 54/127w in

 

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Malabaristas, 1995

Óleo sobre tela

230 x 200 cm

90 70/127 x 78 94/127 in

 

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Malabaristas, 1995

Óleo sobre tela

230 x 200 cm

90 70/127 x 78 94/127 in

 

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Caballeresca II, 1995

Óleo sobre tela

204 x 123 cm

80 40/127 x 48 54/127 in

 

 

RECORD EXPOSITIVO

Caballeresca II, 1995

Óleo sobre tela

204 x 123 cm

80 40/127 x 48 54/127 in

 

 

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Juglares de mi pueblo III, 1999

Óleo sobre tela

160 x 80 cm

62 126/127 x 31 63/127 in

 

Juglares de mi pueblo III, 1999

Óleo sobre tela

160 x 80 cm

62 126/127 x 31 63/127 in

 

Diablesco,1999

Óleo sobre tela
190 x 105 cm
74 49/61 x 41 21/62 in

 

 

RECORD EXPOSITIVO

Diablesco,1999

Óleo sobre tela
190 x 105 cm
74 49/61 x 41 21/62 in

 

 

RECORD EXPOSITIVO

“…Me interesa revitalizar el arte arcaico como lo más vital del arte contemporáneo. Revitalizar ese sentimiento a través de lo más importante que uno debe haber conservado: su condición de niño. Esa parte que no ha envejecido hay que mantenerla, cultivarla, explorarla y, a través de ella reencontrar todos los recuerdos que nos son propios. Me dije: “Si voy a vivir hasta los cien años y voy a pintar hasta los cien años, debo hacerlo sin ataduras: Me puse a pintar entonces como si tuviera cien años: como un niño…”

- OSWALDO VIGAS, 1996 -