El thriller gótico Personal Shopper (2016), de Olivier Assayas, es el punto de partida para la exposición colectiva intergeneracional Abstracciones Espirituales que reúne pinturas, dibujos, fotografías, esculturas y vídeo realizados por mujeres y un artista trans de diferentes orígenes y formación, cuyas prácticas nos recuerdan que la abstracción no sólo ha estado vinculada al pensamiento racional, la ciencia y el progreso. Las abstracciones, en plural, siguen estando moldeadas por ideas espirituales y espiritualistas, así como por tradiciones místicas y esotéricas no occidentales, como ocurrió a principios del siglo XX. Las obras de Tania Candiani (México, 1976), Hilma’s Ghost (Brooklyn, 2020), Kati Horna (Budapest, 1912- México, 2000), Magali Lara (México, 1956), France-Lise McGurn (Glasgow, 1983), Vibe Overgaard (Copenhague) y Salmo Suyo (Huancayo, Perú, 1989) o bien anticiparon o responden poéticamente al rápido e inescrutable proceso de transformación de nuestro tiempo en relación con las nociones de identidad, género y el auge del pensamiento no racional frente al dominio de la tecnología y la desaparición del entorno natural a escala global.
La película de Assayas proyecta la hegemonía del pensamiento mágico en tiempos en los que los asuntos personales y las preocupaciones políticas se convierten en una amalgama de abstracciones enrevesadas y dispersas tras la pálida luz de la pantalla de la computadora o la compulsiva ubicuidad de los teléfonos inteligentes. La protagonista de Personal Shopper Maureen Cartwright (Kristen Stewart), una expatriada estadounidense, encarna la gracia y la fatalidad del arte y la magia representadas a través de dones psíquicos atribuidos a las mujeres, como la clarividencia y la intuición. Cartwright, médium, se desplaza en su scooter por París donde trabaja para ganarse la vida a duras penas, obsesionada con los cuadros de Hilma Af Klint.
El tour de force de ficción cinematográfica contemporánea de Assayas sirve de pretexto para reunir nuevas metodologías y estrategias formales desplegadas por mujeres y artistas trans que, en cierta medida, están vinculadas a un modo espiritualista de las abstracciones, invocado explícitamente por el colectivo feminista con sede en Brooklyn (EE.UU) Hilma’s Ghost. Las artistas contemporáneas Danielle Tegeder y Sharmistha Ray formaron el colectivo Hilma’s Ghost durante la cuarentena de la pandemia del Covid-19 con el fin de explorar los diferentes caminos de la abstracción y pensamiento esotérico no occidental a través de un lenguaje pictórico inspirado en el linaje de la pintora sueca Hilma Af Klint. El uso del colectivo de diferentes formas de geometría y paletas cromáticas se correlaciona con teorías espirituales vinculadas a la teosofía, así como al budismo tántrico y a rituales mágicos de comunidades originarias. Su investigación se amplía a prácticas de colaboración con el público en las que leen el tarot, indagan en historias arquitectónicas y curan afecciones de género.
Vibe Overgaard, joven artista danesa, presenta delicadas esculturas de cerámica, metal, madera e hilo concebidas para su reciente exposición en ISCP, Brooklyn. Spindle City –que hace referencia a un emplazamiento homónimo en Fall River, Massachusetts– encarna las ruinas de la industria textil y el tipo de fabricación que creó un modelo de productividad que sigue siendo un fantasma en el imaginario colectivo. Falls River fue identificada popularmente como Spindle City (Ciudad del Huso en español) cuando se convirtió en el principal centro de producción de algodón en el siglo XIX de Estados Unidos, abasteciendo la demanda de la mitad del material manufacturado del mundo. Las esculturas de pequeña y mediana escala de Overgaard reflejan la idea de circuitos interrumpidos y en decadencia y se presentan como vestigios fantasmáticos del capitalismo industrial. Conceptualmente, aportan en escala humana y materialidad una sutil crítica al optimismo corporativo y masculino del minimalismo.
El tratamiento de la figura humana en los cuadros de la artista escocesa France-Lise McGurn se asocia a arquetipos femeninos. Asimismo, se ha argumentado que las representaciones femeninas en su obra constituyen espíritus alegóricos o musas habitualmente vinculadas a modelos de género construidos por la cultura pop y la moda contemporánea, ámbitos ambos retratados en la película Personal Shopper. La aproximación de McGurn a la sexualidad que emana de estas figuras planas y estáticas pone de relieve su actitud punk, enunciada en los títulos de los cuadros.
Tania Candiani es una artista mexicana cuya obra muestra las contradicciones y tendencias autoritarias de la cultura global en el afán de homologar la especificidad de las temporalidades sociales y el clamor diferenciado de las minorías. Candiani presenta el video monocanal La Maringuilla, una danza hipnótica de tres minutos de duración de la época colonial –La danza de los negritos– en la que un hombre baila vestido de mujer, cubriéndose la cabeza con un velo no nupcial y girando sobre su eje con una serpiente simbólica en la mano. Aunque la figura representa a la madre de las serpientes y siendo el único personaje femenino, como en otras danzas coloniales, es interpretada por un hombre; lo que para algunos especialistas evidencia el doble eje simbólico rector en la cosmovisión totonaca, también puede atribuirse al machismo de la época y la región, que prohibía a las mujeres participar en las ceremonias y danzas. De acuerdo a la artista: “En esta pieza, vemos la imagen del danzante, superpuesta a su propia danza, formando así la narrativa horizontal de la obra, donde el propio cuerpo se convierte en fantasma”.
Los dibujos pictóricos de flores enfermas o deseantes de la artista mexicana Magali Lara, son espléndidas metáforas que van más allá de la vida adentrándose en los misterios órficos del erotismo y la psique y en su fuerza reveladora de la dependencia y la autonomía, así como de la vida y la muerte. Las flores de Lara muestran la condición liminal del deseo femenino, equivalente a las plantas que, según palabras de la poeta Anne Carson, no duermen, no mienten ni fanfarronean, sino que simplemente exponen sus genitales. En este sentido, Lara ha sido pionera en explorar el lado B de los paraísos abismales de la subjetividad femenina y las mareas de la pulsión libidinal como manifestaciones liberadoras (y opresoras) de la mujer en la sociedad patriarcal. Su visión de estos estados larvarios y desarrollados del deseo se ha expresado a través de libros de artista y colaboraciones con poetas que luego mutan a exploraciones expandidas a lienzos, papel o animaciones.
Salmo Suyo, joven artista peruano residente en Suiza, ha centrado su investigación artística en los mecanismos de disidencia sexual de las masculinidades trans. Su investigación estética aborda la representación radical del cuerpo queer en transformación, como una especie de lava desbordante y corrosiva que se derrama en los circuitos heteronormativos. En su obra, el concepto biológico de diferencia sexual utilizado por el feminismo de los años setenta alcanza un punto ciego que confronta su relevancia a través de un discurso trans alternativo configurado por la disforia, una operación teórica estética que utiliza para cuestionar el mercado médico-farmacéutico. Asimismo, Salmo desarrolla a partir de la técnica de producción objetual la exploración de materiales que reflejan subjetividades trans y los debates políticos concomitantes utilizando pigmentos y siliconas médicas. El artista, cuyo nombre artístico mezcla cantos sagrados (salmo) con la tercera persona posesiva del singular, suyo, reivindica también la cerámica como una práctica ancestral andina que se vuelve más significativa al combinarse con las tecnologías de producción del siglo XXI.
Es en la pulsión entre la vida y la muerte donde encontramos Oda a la necrofilia, una importante serie fotográfica surrealista realizada en 1962 por la fotógrafa mexicana de origen húngaro Kati Horna para la sección Fetiche de la revista S.nob. Esta revista de corta vida (7 números) fue editada por los escritores Salvador Elizondo, Juan García Ponce y Emilio García Riera, y contó con la colaboración de destacados artistas, entre ellas Horna. La secuencia fotográfica concebida por Kati Horna para S.nob le permitió retomar su temprano interés por el psicoanálisis, enfoque que había abandonado en aras de su militancia anarquista y el fotoperiodismo y posteriormente debido a su exilio. Oda a la necrofilia contó con la participación de su íntima amiga, la artista surrealista Leonora Carrington, con quien la fotógrafa y su marido José Horna colaboraron en otros proyectos. Carrington aparece desnuda como la afligida viuda de su amado, representado in absentia con una máscara, literalmente como un fetiche.
Texto curatorial: Gabriela Rangel