Galería RGR se complace en presentar Convergencias, un proyecto expositivo realizado entre el artista de origen venezolano Elias Crespin y el artista Argentino-Español Felipe Pantone. Se trata de una exhibición inédita en la que se ha trabajado por más de un año. Se reúnen piezas de la práctica de cada artista, incluidas dos piezas completamente nuevas realizadas entre ambos artistas especialmente para esta muestra.
De acuerdo a Tania Aedo, encargada del texto curatorial de la exhibición, con Convergencias emerge una discreta perturbación. Por una parte una alteración visual, y por otro lado, una perturbación en el devenir del arte de nuestro tiempo.
En las piezas que se exhiben dialogan dos amplias y muy distintas indagaciones que los artistas han llevado a cabo individualmente durante largo tiempo. Ambos lenguajes convergen de manera armónica para profundizar en las relaciones que existen entre el tiempo, el movimiento, el color y la tecnología. A su vez, la propuesta reflexiona en torno a las repercusiones de la tecnología sobre la constitución del objeto artístico.
Elias Crespin ha desarrollado una práctica que gira entorno a la conjugación de dos universos: el arte y la programación. Su producción artística se caracteriza por contener una reflexión sobre el movimiento a partir de las matemáticas. Sus esculturas móviles se componen de elementos metálicos suspendidos por hilos de nylon que forman en conjunto figuras geométricas. A partir de programaciones informáticas, Crespin logra que las figuras se muevan en coreografías complejas. Los movimientos producidos de las piezas rompen con la noción de una geometría estricta, presentando figuras abiertas e inestables.
Por su parte, Felipe Pantone ha desarrollado una práctica artística en la que confluye el arte urbano y el arte digital. Su trabajo trata sobre el dinamismo, la revolución digital, lo efímero y lo veloz, temas relacionados con nuestro presente. Con estos tópicos Pantone reflexiona sobre las implicaciones visuales que hay en el movimiento producido virtualmente. El glitch, la iridiscencia y la distorsión son componentes visuales importantes para articular su lenguaje único. Su trabajo mantiene una conexión histórica con los medios de producción actuales y con los referentes visuales de la sociedad hiperconectada y digitalizada, por la forma en que procesamos información visual en los tiempos actuales.
Chromadynamica Flexionante y Cubo ondulatorio son las piezas en colaboración hechas por los artistas. Cada investigación está presente en este trabajo, la de Elias Crespin buscando hacer surgir en el aire una danza sutil ejecutada por motores programados y la de Felipe Pantone en busca de la universalidad a través de la máxima visibilidad; una premisa que ha mantenido consigo de la calle, de la pintura monumental y el graffiti, pero también de internet, una visualidad constituida por el contraste y la saturación de elementos gráficos nativos del universo emergido de la revolución digital.
Elias Crespin ha clasificado las investigaciones que ha desarrollado en tipologías. Tal es el caso de los Tetralineados, donde forma una hilera suspendida de varios cuadrados individuales separados a cierta distancia. Los elementos metálicos parecen formar un cuerpo extendido que por medio de movimientos programados produce coreografías que tienen efectos en la luz y la sombra.
En los trabajos denominados Circuconcéntricos el artista se enfoca en la relación entre el todo y la parte, volviendo al círculo el elemento protagónico. Las piezas consisten en colocar estructuras circulares concéntricas de distintos tamaños, del círculo más grande al más pequeño contenidos entre sí. El ojo humano se estimula con el movimiento inusual de las figuras para lo concéntrico; cada anillo es independiente en su trayectoria y en su velocidad, lo cual produce la sensación de que la figura geométrica es un organismo que se obsesiona por habitar el espacio. La misma idea se aplica para los Trianguconcéntricos, pero con el triángulo como figura central.
En Cuadrado flexionante, se observa a la figura del cuadrado cambiar hacia distintos estados y posiciones. De acuerdo al ángulo desde el que se mire, la figura parece transformar sus bordes y modificar su volumen, como si el cuadrado se mantuviera intacto a la vez que parece estar respirando.
Con estos modelos el artista busca distanciarse del exceso de racionalidad que hay en la concepción de la forma geométrica. Las coreografías de las distintas tipologías parecerán tan caóticas como ordenadas, lo cual se debe a que las piezas materializan la compleja relación del lenguaje matemático con la inestable continuidad formal entre la obra y el espacio.
Felipe Pantone tituló la serie Optichromie en homenaje a las Physichromies de Carlos Cruz-Diez. El punto de partida para su desarrollo fue el desprendimiento de la letra en el grafiti como elemento principal de la composición. Pantone yuxtapone elementos en blanco y negro del op art sobre colores muy saturados para incrementar el contraste y generar profundidades y volúmenes, creando composiciones meramente abstractas.
Las obras generan cierta estridencia visual a tal grado que se produce una fatiga en el ojo; la fragmentación plena de elementos responde a nuevas condiciones visuales configuradas por el mundo digital, en donde múltiples imágenes compiten por la efímera atención de sus espectadores.
Chromadynamica es una serie que profundiza en los detalles gráficos de la serie Optichromie de Felipe Pantone; como si dentro de un gran alfabeto visual, el artista decidiera experimentar con alguna de sus letras.
Las obras de este proyecto consisten en un conjunto de prismas rectangulares y circulares, los cuales combinan una técnica entre pintura en aerosol e impresión ultravioleta sobre aluminio. Los paneles en conjunto poseen ciertos tonos, pero al moverse cada uno de ellos, se pueden crear distintas imágenes y distorsionar su estado. El dinamismo en estas obras se produce por las interacciones entre colores como si fueran producto de un acercamiento minucioso a los pixeles de una pantalla, donde ciertos patrones se asemejan a cascadas o a errores de software.
Influenciado por las investigaciones de Carlos Cruz-Diez sobre la autonomía del color, Felipe Pantone desarrolló Subtractive Variability, una serie de obras con las que busca indagar en el fenómeno sustractivo del color. Dicho fenómeno permite evidenciar al color como un evento por sí mismo.
Pantone comenzó a desarrollar la serie en 2018 con obras de fondo blanco en las que el artista superponía los colores amarillo, magenta y cian para generar una amplia variedad de combinaciones. Eventualmente, transformó el formato a uno circular de paneles rotativos. Con esta presentación, Pantone logra desarrollar composiciones en constante cambio.
De manera individual, cada panel de acrílico contiene uno de los colores antes mencionados ubicados de una forma específica. Al rotar los paneles los colores se superponen y combinan de manera transformadora para hacer evidente la sustracción del color.
La “perturbacion” visual que identifica Tania Aedo es perceptible al ojo humano como una sutil colisión de elementos propios de la obra de cada artista: los gradientes de color y una paleta muy contrastada, constantes en la obra de Pantone, y la precisa coreografía indicada por la programación de motores, propia de la obra de Crespin.
La fatiga retiniana, a la que recurre constantemente Felipe Pantone operaría de manera distinta en campos visuales específicos - como el scroll de pantalla en redes sociales o como la atracción que suscita en quien recorre una ciudad en patineta, ese nosotros para quienes pintan los grafiteros, que mira de reojo uno de sus enormes murales-. Estas son tensiones que a Pantone le interesa potenciar, espacios creativos que explora constantemente en su práctica.
Las danzas geométricas de elementos físicos suspendidos diseñadas por Elias Crespin interpelan expresamente a la visión, evitan el paso de conceptos, de lenguaje discursivo que no conforma la base de la experiencia -a menos de que ampliemos nuestra definición de lenguaje hasta incluir al de los astros o las partículas- como en ocasiones nos ha sido exigido pensar. El movimiento que Crespin programa responde a gramáticas que se relacionan más con las dinámicas del universo o la mecánica celeste, que con las convenciones acordadas entre humanos como lenguaje.
Convergencias se presenta como una perturbación en el devenir del arte de nuestro tiempo. El conjunto de piezas demuestran que el arte, como tecnología, se sitúa entre lo social y lo individual, lo local y lo global, el espacio y el tiempo, lo singular y lo múltiple, lo visual y lo corpóreo, y entre el artista y el espectador. El resultado es un lenguaje que se mueve entre la tecnología y las bellas artes, como un glitch dentro de la historia del arte.
De la misma manera en que una perturbación accidental - generada por una dinámica interna del universo - podría hacer emerger una catástrofe, gestos mínimos como esta colaboración entre dos artistas cuyos procesos creativos nos hacen voltear inevitablemente a las obras de los grandes maestros del arte óptico y cinético de este continente, como Gego, Carlos Cruz-Diez o Jesús Soto, podrían ocasionar discretas -o no tanto- perturbaciones en la historia del arte.