Galería RGR se complace en presentar La inestabilidad de lo real, primera exposición individual en la galería del histórico artista cinético Jesús Rafael Soto.
Para conmemorar el centenario de su nacimiento, en colaboración con el Atelier Soto en Paris, esta muestra reúne una selección de obras históricas desde 1955 hasta 1998 que concretan la experiencia de las búsquedas desarrolladas por el artista a lo largo de su carrera, y emula la manera en que diversas piezas convivieron en las exposiciones realizadas durante los años sesenta y setenta, potenciando el principio inmersivo que colocaba al espectador en un nuevo territorio estético.
Las investigaciones plásticas iniciadas por Jesús Rafael Soto a principios de los años cincuenta y desarrolladas a lo largo de más de cinco décadas, se enfocaron en la integración de tres principios básicos: el movimiento, el tiempo y la desmaterialización del volumen. Esta noción multidimensional, inicialmente basada en la pintura para eventualmente fusionarla con la escultura, se nutrió de los problemas relacionados con la abstracción y la pureza de la forma explorados décadas atrás por el cubismo, el constructivismo y el suprematismo.
Los experimentos de Soto se enmarcan en un momento de intereses compartidos por sus contemporáneos: transgredir las herencias estáticas de la figuración con la intención de establecer una nueva relación entre el arte y la sociedad. En 1955, Soto participa en la exposición Le Mouvement presentada en la Galerie Denise René, París, junto con Yaacob Agam, Paul Bury, Alexander Calder, Marcel Duchamp, Robert Jacobsen, Jean Tinguely y Victor Vasarely, reuniendo por primera vez a los artistas que exploraron el arte óptico con los que introdujeron la reflexión colectiva que significó el cinetismo. Esto trazo el camino para darle al espectador una participación activa frente a la obra de arte, como un agente corpóreo detonador de lo que el historiador del arte, Jean Clay, refiriera como una toma de consciencia de la inestabilidad de lo real.
Jesús Rafael Soto desarrolló un lenguaje estructurado a partir de la superposición de los elementos compositivos básicos que conformaron sus obras. Integró gradualmente procesos de inestabilidad, vibración y desmaterialización de las formas y los volúmenes, hasta trasladar la superficie bidimensional al espacio tridimensional, haciéndola transitable. Esta nueva experiencia perceptual del objeto artístico incorpora el tiempo como factor esencial, reclamando no solo una vuelta al aquí y ahora, sino una toma de conciencia sobre la vorágine con la que habitamos y percibimos nuestro entorno.
Después de las investigaciones de la segunda mitad de los años cincuenta, Soto entró en un periodo calificado como “barroco” en el que se interesó más por el aspecto material de su obra. Incorporó objetos cuyo volumen se veía fragmentado ópticamente al interactuar con fondos de diseños estriados o lineales, dando la ilusión de transformar la materia en energía. Estos objetos -varillas, alambres retorcidos, gruesas capas de óleo y leños viejos- remiten al informalismo en su integración de grafismos, texturas burdas y materiales extraños al plano pictórico. Sin embargo, en las investigaciones ópticas de Soto, los elementos en sí mismos resultan irrelevantes, lo importante es el producto virtual generado por la interacción entre ellos, el cual conduce a una aparente desintegración de sus elementos produciendo en quien las mira la sensación de encontrarse ante volúmenes indefinidos e inasibles.
A finales de los años cincuenta, Soto experimenta con otros materiales con la intención de dibujar en el espacio. Así surgen las primeras escrituras, paneles en los que suspende finos y curvos hilos de alambre frente a un fondo estriado. En estas obras se acentúa aún más la conciencia de nuestro propio movimiento al ver estos dibujos suspendidos, los cuales tienden a desmaterializarse frente a nuestros ojos. Por otro lado, está también aquí presente su interés en disociar el dibujo de la función tradicional de representación de la realidad cotidiana, así como de evidenciar con mayor énfasis la ambigüedad espacial por medio de esas superposiciones. Estas composiciones abstractas de formas suspendidas las construía sobre la marcha, sumando y restando elementos.
En su búsqueda por integrar el movimiento en el plano pictórico, Soto elabora a lo largo de su trayectoria una serie de exploraciones basadas en una selección limitada de elementos geométricos -la línea y el cuadrado- así como de colores –los tres primarios, los tres secundarios, blanco, negro y ultravioleta– plasmándolos sobre superficies cuya superposición genera una nueva situación visual con base en vibraciones ópticas a partir del deambular del espectador frente o en torno a la obra.
En un artículo de 1967 titulado “La pintura está acabada”, el historiador Jean Clay declara:
“El cinetismo no es “lo que se mueve”, sino la toma de conciencia de la inestabilidad de lo real. […] La originalidad del nuevo arte proviene de que el soporte se vuelve a su vez inestable. El fenómeno de metamorfosis se desarrolla ahora en el propio seno de la materia constituyente de la obra.”
En esta pieza de 1981, que forma parte de la serie denominada ambivalencias, Soto evidencia la estabilidad de los elementos ubicados sobre un fondo blanco en la parte inferior de la obra versus la inestabilidad generada a partir de la relación de elementos similares ubicados sobre un fondo lineal.
Soto compartía con las tendencias artísticas de su época -con el cinetismo y, posteriormente, con el minimalismo- la presuposición de un espectador corpóreo que participa en la obra con todos sus sentidos. De ahí su interés en aludir a la conciencia del espectador en cuanto a su relación con el objeto artístico, su situación en el espacio y la manera en que su movimiento determina los efectos producidos en la obra.
Es importante recordar que el punto de partida de las investigaciones de Soto es la pintura. El plano pictórico, con la energía de los fenómenos ópticos que suceden dentro de él, es lo que busca extender hacia el espacio para conformar pinturas/esculturas inmersivas como los penetrables, en las que Soto encuentra el modo de hacer físicos los efectos inmateriales que previamente había logrado en sus obras.
El primer pentrable lo presentó en 1967 en su exposición individual en la Galerie Denise René; a lo largo de su vida, Soto realizó alrededor de treinta penetrables que varían en escala y color. El penetrable que forma parte de esta muestra se presentó por primera vez en la retrospectiva realizada por la Fundación Serralves en Portugal, en 1993, y fue restaurado por el Atelier Soto para exhibirse en la Galería RGR en conmemoración al centenario de su nacimiento.
En palabras de Soto, citado en un texto de Marcel Joray, “El penetrable es la corporización de la idea que ha alimentado mi pensamiento acerca del estado de plenitud total del universo, [el cual está] ocupado por relaciones. Es la revelación del espacio sensible, eternamente lleno de los más puros valores estructurales tales como la energía, el tiempo y el movimiento. La experiencia del espectador que participa al entrar en un penetrable, y por lo tanto en un espacio-tiempo diferente, será para él [ella] más evidente el día en que pueda desenvolverse libremente en un medio en el que no exista la gravedad.”
La vibración en estado puro y la transformación de la materia son preocupaciones tan importantes para Soto como el movimiento. Suspender varillas frente a fondos estriados pintados sobre paneles de formaica y madera, le permitió un juego de elementos en relación con el fondo, que mediante el movimiento del especator y de los elementos se vuelven casi aéreos. Estas composiciones ponen de manifiesto su idea del espacio.
En una entrevista con el curador Hans Ulrich Obrist, Soto dice al respecto: “Mi preocupación es la voluntad de mostrar que el espacio es más importante que los elementos o los objetos; contrariamente a lo que siempre hemos creído, el espacio no es aquello que es llenado por los objetos, sino que los objetos son llenados por el espacio. El espacio fluye, nada lo limita. Me interesa mostrarle a las personas que se interesan por el espacio como cualidad, como densidad universal, que es él el que manda, el que define e impone sus condiciones.”
En Cuadrado virtual violeta, introduce el uso del color ultravioleta, o, en palabras de Soto, la noción de ultravioleta que era considerado un color sublime, lo cual hace evidente su interés por lo inmaterial –que será en adelante un asunto clave para entender su búsqueda constante por hacer visible aquello que sólo existe a través de relaciones formales e ilusiones ópticas.
"Torre vibrante blanco y negro" es una pieza transicional entre la exploración de la separación de los planos para generar vibraciones ópticas, los volúmenes suspendidos y lo que serán las esculturas inmersivas o penetrables. Para este año, Soto ya había realizado su primera obra penetrable, sin embargo esta torre vibrante continúa con las investigaciones que precedieron a las obras envolventes. En esta pieza, al incrementar la dimensión de las varillas suspendidas acercándose a la escala de quien las observa, se dirige hacia la idea de envolver al espectador y crear así una experiencia visual y física que tiene que ver con el acontecer de la vibración en el tiempo.
La Boîte es una obra múltiple que se origina de La cajita Villanueva, una de las piezas más emblemáticas de Soto durante los años cincuenta, en la que utiliza por primera vez la trama de líneas que caracteriza su obra posterior a esta fecha. En una conversación con el curador venezolano Ariel Jimenez, Soto comentaría que en esta obra “hay un aspecto nuevo, aparte de la vibración, y es que se producía una ambigüedad óptica que hacía difícil determinar dónde se encontraban los cuadrados. De repente te parecía que el cuadrado negro se encontraba en el fondo y otras veces te parecía verlo en el primer plano.”
El nombre de la obra se refiere al arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva, con quien mantuvo una gran amistad y con quien colaboró a lo largo de varias décadas. En 1953, Villanueva invita a Soto a proponer un proyecto para la Ciudad Universitaria de Caracas, que finalmente no se realizó pero fue crucial para el desarrollo de sus ideas. Villanueva es quien diseña en 1973 el Museo de Arte Moderno Jesús Soto, en Ciudad Bolívar -ciudad natal del artista -, y que cuenta con una colección de arte moderno que el mismo Soto se abocó a reunir a través de intercambios con aristas y galerías.
En 1967, la Galería Denise René edita la caja Sotomagie, “biografía en una maleta”, concebida para producir una edición limitada a cien ejemplares a manera de conjunto retrospectivo del itinerario plástico de Soto. Reúne once piezas múltiples basadas en obras realizadas entre 1951 y 1967, que él considera aportes importantes en el desarrollo de su investigación sobre el espacio y el movimiento.
Soto compartió con artistas como Vasarely, Agam, Pol Bury y Jean Arp el interés por la democratización de la expresión artística mediante la idea de hacer obras multiplicables, entendiéndolas como obras que tuvieran el mismo valor que una obra única pero que al tener un costo más bajo le permitiera a más personas adquirirlas, planteando así nuevas formas de relación con el objeto artístico. Se trata de obras que no tienen la necesidad de la intervención directa del artista, algo que va de la mano con la utilización de medios técnicos para su realización. Mediante el uso de serigrafía y plexiglás, Soto logra construir piezas desmontables y plegables para ser transportadas en una caja.