(Ciudad de México, Mexico, 1975)
La práctica multidisciplinaria de Diego Pérez juega continuamente con lo fronterizo, sean los límites que dividen al arte de otro tipo de objetos, los que dividen al arte del gran público, o los que separan contemplación de experimentación. El artista articula una imaginación escultórica en la que todo material es fuente inagotable de formas, cuyas relaciones no se acaban en la obra, sino que se extienden hacia el entorno y el espectador.
Iniciando su carrera en el campo de la fotografía, Pérez se ha orientado hacia la vida pública de los objetos, fomentando, no sin un cierto grado de humor y afinidad por la fantasía, un cuestionamiento sobre las relaciones sociales que le dan a las obras algún significado. Es en la cotidianidad donde una silla se convierte en una repisa, o donde una caja se transforma en una maceta; la frontera arte-vida se constituye y se deshace en la coyuntura de espacio público, obra y espectador.
Para Pérez, es importante echar a andar la imaginación y el ensueño, pues es ahí donde se produce el contacto entre campos en apariencia separados; entre artista, artesano, conocedor de arte, observador casual, y así sucesivamente.
Actualmente vive y trabaja en la Ciudad de México.